¿Qué es natural?
Hace ya cinco años, cuando decidimos que educaríamos a nuestra hija e hijo en casa me dediqué a ‘absorber’ cuanta información me llegara: Internet, libros, otras madres y padres, profesores, instituciones de educación o persona alguna. Esta etapa aunque fundamental para encontrar la tranquilidad , fue angustiosa mientras la viví , pues por más que hablara de educación con dos personas con formación o vidas similares sus posiciones eran diametralmente diferentes.
Dos autores pueden con maravillosos argumentos convencernos de dos cosas opuestas y eso generaba en mí un gran conflicto: si hacía lo que alguno me decía entraba en pánico cuando leía al otro; cuando visitaba una casa en la que las condiciones eran similares a las de mi familia y encontraba cosas que me parecían maravillosas y que yo no había logrado me sentía culpable… Poco a poco aprendí a escuchar mi propia voz, y más aún, la voz de mis hijos que al final son mis maestros y las personas que mejor conocen sus necesidades, y así llegó la armonía o al menos la confianza en mí como persona apta para el proceso. En ese momento comenzó la educación natural de mis hijos.
En esa búsqueda me sentí identificada con las corrientes naturalistas, Waldorf y Montessori, y sus autores se convirtieron en mis guías en el proceso, sin embargo me generaron nuevas angustias pues en el mundo ‘ideal’ de estas corrientes los niños no debían tener contacto con televisión, videojuegos, etc; deberían tener muchas horas o prácticamente la vida al aire libre dedicados a la exploración del mundo, alimentación totalmente natural, etc.
Al comparar todas esta ideas con mi vida me daba cuenta que no éramos aptos para esta línea de educación: vivimos en un apartamento en una gran ciudad contaminada y aunque tenemos un poco más de verde que otras familias nuestras condiciones de seguridad no nos permiten dejar a los niños a libre demanda en el parque; cambiarnos de ciudad por el trabajo no era viable; mi esposo trabaja en tecnología y su pasión son los videojuegos, con frecuencia recibo trabajos no presenciales y por lo tanto con uso intensivo de tecnología, amamos compartir una buena película (y no solamente cine arte), para él es importante que sus hijos conozcan los personajes de Disney, los personajes de videojuegos, él y su familia aman comer en Mc Donalds. Así que aunque veía las bondades de una vida totalmente ‘natural’ educar a mis hijos siguiendo la receta era imposible pues implicaría negar su familia, su origen y sería imponer algo que no somos nosotros (los padres) a nuestros hijos.
Después de mucho preguntarme cómo llevar una vida tan verde y dinámica como lo anhelaba mi parte romántica que quería lo mejor para mis hijos, vino la pregunta: ¿qué es lo verdaderamente natural? ¿Era verdaderamente natural obligar a mi esposo a que sólo viera películas cuando los niños se durmieran? ¿Era natural que los hijos de una familia que vive de la tecnología no pudieran usarla? ¿Era natural que mis hijos nunca entraran a un Mc Donalds? Mi conclusión es que eso es tan antinatural como pedirle al hijo de un campesino que no toque la tierra, o al hijo de un veterinario que no se acerque a los animales, así que vivimos una vida como dice el dicho popular “ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre” y aunque quizás no sea el mundo perfecto para el naturalismo, si lo es para que mis hijos vivan una vida que si no es ‘natural’ en el sentido estricto de los autores, por lo menos es auténtica.
Escrito y publicado en abril 2, 2013 para En Familia